Message from the Pastor

Queridos hermanos y hermanas:

En la Primera Carta de San Pablo a los Corintios (10, 16-17), se nos presenta la Eucaristía como misterio de comunión:

"El cáliz de bendición que bendecimos, ¿no es comunión con la sangre de Cristo? Y el pan que partimos, ¿no es comunión con el cuerpo de Cristo?"

La comunión significa intercambio, compartir. La regla fundamental del compartir es esta: lo mío es tuyo, y lo tuyo es mío. Si aplicamos esta regla a la comunión eucarística, comenzaremos a comprender la enormidad de este misterio.

¿Qué es lo que tengo que sea realmente “mío”? La miseria, el pecado: eso es exclusivamente mío. ¿Y qué tiene Jesús como propiamente “suyo”? La santidad, la perfección de todas las virtudes. Entonces, la comunión consiste en que yo le doy a Jesús mi pecado y mi pobreza, y Él me da su santidad. Se realiza así el admirabile commercium, el “maravilloso intercambio”, como lo llama la liturgia.

Hoy muchos buscan a Dios en el cosmos o en el átomo. Debaten si hubo o no un Creador al principio del mundo. Seguimos preguntando: «¿Dónde está Dios?», y no nos damos cuenta de que Él está con nosotros, que se ha hecho alimento y bebida para unirse a nosotros de la manera más íntima posible.

El Verbo de Dios se hizo carne y habitó entre nosotros sin temor. Se acerca a nuestra miseria con total generosidad y sin reservas. Asume mi carne, y mi carne queda así sumergida en su Misterio.

Tantum ergo Sacramentum veneremur cernui...

Rev. Julio Fernández